jueves, 27 de octubre de 2011

Los assassins

Artículo publicado originalmente en la revista Líder número 59 de Mayo de 1997.
Autor: Joaquín Ruíz

Pocas sectas han existido a lo largo de la historia que hayan provocado más terror y rechazo que la de los asesinos (assassins), imbuida de un profundo sentimiento religioso y una intransigente manera de ver la religión, este grupo mantuvo en jaque durante mucho tiempo a los poderosos en Tierra Santa, aunque, al final, acabó siendo muchas veces un mero instrumento en manos de algunos de ellos.


Hasan Sabbah, el primer "Viejo de la montaña"

La secta fue fundada en el año 1090 por Hasan as-Sabbah, un hombre de vasta cultura y poeta, de espíritu curioso e interesado por los avances científicos de su época.

Hasan había nacido hacia el 1048 en la Ciudad de Rey en Irán, cuando la doctrina chiíta era dominante en el Asia musulmana. Por aquel entonces, Siria pertenecía a los fatimitas de Egipto y la dinastía de los Boneyhidas controlaba Persia. Durante la juventud de Hasan las cosas cambiaron, y los selyúcidas, defensores de la ortodoxia sunnita, se apoderaron de toda la región. El chiísmo pasó de ser dominante a ser una doctrina apenas tolerada, y a menudo, perseguida. Hasan había abrazado la doctrina ismaelita, y se hizo adepto de la batanya, su ciencia esotérica. Totalmente en desacuerdo con los acontecimientos y después de destar un tiempo al servicio de un antiguo amigo suyo, el visir Nizam al-Mulk, en Ispahán, decide en 1071 afincarse en Egipto, último bastión del chiísmo. Lo que encuentra es allí, es a un califa fatimita, al-Mustacir, poco dispuesto a responder al poder de los selyúcidas y totalmente controlado por estos a través de su visir Badr al-Yamali, y después por el hijo de este, al-Aídal. Pero también encuentra a muchos integristas que comparten su odio, y que desean, como él, reformar el califato chiíta. Hasan logra formar un auténtico movimiento comandado por Nazir, el hijo mayor del califa, que espera, con la ayuda de Hasan, acabar con el imperio selyúcida.

Masyaf, en las montañas de la costa de Siria, era el centro del estado de los asesinos. El castillo de la imagen data del siglo XIII


Se ultima un minucioso plan en el Hasan es el elemento principal, ya que deberá afincarse en el corazón del imperio persa y preparar el terreno para cuando Nazir ocupe el trono y se lance a su conquista. Hasan tiene un éxito inusitado, mucho más de lo que Nazir hubiera imaginado, y con métodos que ni tan si quiera sospecha.

Alamut, el nido del águila

En 1090, Hasan toma por sorpresa la fortaleza de Alamut (en árabe "nido de águila") situada en la sierra de Elburz, cerca del mar Caspio, en una zona prácticamente inexpugnable. Este será a partir de ahora su cuartel general.

Las características de la fortaleza eran realmente impresionantes. La puerta de entrada era una losa que se camuflaba perfectamente con el resto de la muralla exterior. Estaba accionada desde el interior por un sistema hidráulico muy ingenioso que engranaba unas pesas a la vez que accionaba unas poleas. A continuación se debían trepar más de dos mil peldaños tallados en la roca viva e iluminados por antorchas. Cada doscientos cincuenta peldaños había un rellano donde un guardia armado con arco y flechas montaba guardia. La escalera desembocaba en la sala principal de una primera fortaleza, que daba acceso a una terraza desde la que se dominaba una pequeña aldea. La guarnición de ésta era una veintena de guardas armados. A partir de aquí se tomaba otra escalera igualmente esculpida en la montaña, de mil quinientos peldaños y que daba acceso a una segunda fortaleza desde la que se dominaban los alrededores de las montañas. Tanto la primera como la segunda fortaleza estaban rodeadas de espacios verdes, donde pacía el ganado y corría un riachuelo. Una cascada caía desde la fortaleza superior a la inferior, y casas solidad con callejuelas y tenderetes constituían el núcleo urbano del lugar. La fortaleza alta estaba menos extendida que la precedente y estaba dominada por un castillo central de difícil acceso a causa de lo alto de sus muros y rodeado de jardines colgantes. Hasan hizo venir a ingenieros y arquitectos para que modernizaran Alamut: se instalaron cisternas para recoger el agua de lluvia y de la nieve al fundirse, enormes silos permitían almacenar azúcar, sal, trigo sarraceno, pistachos... Guardas especializados en alimentación vigilaban el estado de las provisiones. Se sobrealzaron las murallas y se reforzaron los torreones. Hasan había encontrado el lugar ideal, y no velvería a salir de él hasta su muerte en 1124.

Los feidines

Al disponer de este modo de un santuario inviolable y de una pequeña comunidad, casi autosuficiente con sus seguidores, Hasan empieza a poner en práctica una organización político-religiosa cuya eficacia y espíritu de disciplina no tendrían igual en la historia. A sus integrantes se los clasificó según su nivel cultural, conocimientos artesanos, si fiabilidad y su valor, desde el grado más bajo (novicio) al más alto (maestre). Los adeptos asistían a clases intensivas de adoctrinamientos religioso y entrenamiento físico. Cada mañana se levantaban al amanecer y después del rezo común y en voz alta, desayunaban frugalmente. A la salida del Sol ya estaban con el uniforme de combate: el torso desnudo, el pecho untado con aceite y las caderas cubiertas por un calzon de cuero. Combatían de dos en dos, ya fuera con los puños o con el puñal, esquivando golpes y heridas. Practicaban la lucha y levantaban grandes pesos, nadaban e incluso practicaban el escapismo. En invierno competían desnudos en la nieve y en pleno verano les hacían transportar pesadas piedras para endurecer los músculos y a veces pasaban una semana sin comer, con el objeto de desarrollar sus capacidades de supervivencia. Hasan en persona estableció la llamada prueba de fuego, en la que los adeptos debían atravesar las llamas o andar sobre brasas, mantener sobre el fuego las manos el mayor tiempo posible, avanzar sobre cristales rotos y zarzas, ser sometidos a torturas o incluso a prácticas de estrangulamiento. Una vez superadas las pruebas, Hasan, que habitaba en el castillo de la fortaleza al que nadie, excepto unos pocos, tenían acceso, los drogaba y les hacía creer que visitaban el paraíso. Con esto se ganaba su adhesión total y los preparaba para futuras misiones. Pronto las túnicas blancas ceñídas con fajines rojos de los Asesinos serían conocidas en todo el mundo. El principal arma política de Hasan contra sus enemigos selyúcidas serían estos fanáticos seguidores.

A golpe de daga

El crimen en interés de la creencia religiosa había sido practicado frecuentemente por las sectas heterodoxas del Islam, pero en manos de Hasan alcanzó una elevada eficacia, pues la incuestionable devoción de sus discípulos y su disposición a viajar donde fuese y arriesgar sus propias vidas ntes sus órdenes le permitía atacar a cualquier adversario en el mundo musulmán. A los miembros de la secta se los enviaba individualmente o, en contadas ocasiones, en pequeños equipos, con la misión de acabar con la vida de una determinada personalidad. Generalmente se disfrazaban de mercenarios o de ascetas, transitaban por la ciudad en la que iban a perpretar el crimen, se familiarizaban con los lugares que frecuentaban sus víctimas y de sus costumbres y, una vez que tenían un plan, golpeaban. Pero, si bien los preparativos se planeaban en secreto, la ejecución del asesinato tenía lugar casi siempre en lugares con mucha gente. Por eso, el lugar predilecto solía ser la mezquita y el día preferido el viernes (día santo en el Islam). Para Hasan, el crimen no es un simple medio de quitarse de en medio al adversario. Es, ante todo, una doble lección. Por un lado el castigo de la víctima y por otro el acto heroico del sacrificio y obediencia llevado a cabo por el asesino, el "fedai", es decir, el que ofrece su vida por una causa, ya que casi siempre es muerto después de su atentado. La serenidad con que los asesinos actuaban y se dejaban matar, hizo creer a los contemporáneos que estaban drogados con hachís, lo que les valió el nombre de "hashashiyun" o "hashasin", una palabra que se deformará hasta dar lugar a la de asesino. Dos años después de la fundación de la secta se ejecuta el primer crimen, el 14 de octubre de 1092. Un adepto de Hasan apuñala y da muerte a Nizam al-Maluk, el visir artífice del renacimiento del poder sumní y de la lucha contra el chiísmo, el "Orden del reino". Este asesinato sería espectacularmente efectivo: con la muerte de Nizam comenzaría a desintegrarse el estado selyúcida. A este crimen le seguirá, a los pocos días, la muerte del mismísimo califa de Bagdad, Malek Shah. El califa de Bagdad y su principal visir, muertos en menos de cuarenta días mientras Hasan está sitiado por las tropas de sus enemigos, que al enterarse de los magnicidios deciden retirarse, lo que reforzó, aún más si cabe, la ya fanática adoración que sus seguidores le profesaban.

La expansión

El momento tan esperado por Hasan parece haber llegado, y el camino para una reconquista fatimita está abierto. Pero el apoyo de Nizar en Egipto no tiene lugar, la esperada insurrección no prospera y los conspiradores son ejecutados por el visir selyúcida al-Afdal. Nizar es emparedado vivo. Ante esta contrariedad, Hasan no renuncia al resurgimiento del califato chiíta, pero sabe que será una cuestión que necesitará su tiempo. Por lo tanto, cambia de estrategia: decide construir un feudo autónomo y decide que Siria es el lugar idóneo. Hasta estos lugares manda un enigmático "médico-astrólogo" de origen persa que se afinca en Alepo y se gana la confianza Ridwan, que no dejaba de ser también un rey selyúcida. Durante esta época, muchos de los sultanes selyúcidas comenzaban a darse cuenta del peligro que creaban los asesinos, pero todos sus intentos de reducir Alamut fueron inútiles. A la muerte en 1103 del médico-astrólogo, la secta envió inmediatamente a su sucesor, el orfebre Abu Taher, uno de los primeros discípulos de Hasan que se ganó rápidamente la confianza de Ridwan. Para los Asesinos, los cristianos no eran más odiosos que los musulmanes sumníes, y la disposición de Ridwan a colaborar con Tancredo puede haberse debido en parte a su simpatía hacia la doctrina asesina. Parece ser que incluso una delegación encabezada por Balduino de Mezieres y Lotario de Würzburg visitó, en 1103, la fortaleza de Alamut y que conocieron a Hasan. El primer acto de los Asesinos en Siria fue el asesinato del emir de Homs, Janah ad-Daulah, en 1103. Tres años después, asesinaron al emir de Apamea, Khalaf ibn Mula'ib. A la muerte de Ridwan en 1113, los Asesinos son perseguidos en la ciudad de Alepo.

Bab Qinisrin, la puerta medieval mejor conservada de las murallas de Aleppo


Se les teme por lo que son, pero se les odia por colaborar con los frany (cristianos). Son sacados de sus casas y la muchedumbre los lincha, o les arroja desde lo alto de las murallas de la ciudad. Así perecen más de doscientos miembros de la secta entre los que se encontraba Abú Taher. De esta forma, los batiníes, como se les conoce a los asesinos, pierden su principal bastión en Siria. El nuevo enviado de Hasan no se hizo esperar, se trataba de un propagandista persa llamado Bahrman, que muy juiciosamente decidió reorganizar la secta en el más estricto secreto hasta que fuera de nuevo poderosa. Bahram encontraría en Damasco nuevos protectores para su secta, el atabeg Toghtekin y el visir Tahir al-Mazdaghani. Mientras, en el este, Mohamed, el último de los grandes sultanes selyúcidas, establece el orden en Irak e Irán, manteniendo a raya a los Asesinos y quitándoles todos los privilegios que obtuvieron a la muerte de Nazim al-Maluk. En 1124 muere Hasan Sabbah en Alamut, pero la actividad de los asesinos se sigue recrudeciendo y la lista de víctimas se sigue ampliando. En la dirección de la secta le sucede Burzug Humid. En 1126 dan muerte a al-Borsoki, señor de Alepo, y al poco tiempo a su hijo. En Alepo reina la anarquía y los frany se encuentran a sus puertas. Sólo el soborno logrará salvarlos de una conquista que parece inevitable. En Damasco la secta se ha hecho poderosa y parece que va a entregar la ciudad a los frany, pero al morir Toghtekin la población persigue y mata a los Asesinos en las calles como tiempo atrás ocurriera en Alepo. También en este caso se les acusa, con bastantes motivos, de traidores por colaborar con los infieles. En los años que siguen, los Asesinos ocuparán algunas fortalezas de Siria como Kahf o Khariba, y mantendrán relaciones con los infieles, incluso llegando a negociar con lo Templarios. En 1147, Raimundo de Trípoli, plantea una alianza con el jefe kurdo de los asesinos, Alí ibn Wafa, pero la alianza no duraría demasiado y en 1152 Raimundo es asesinado. A mediados del siglo XII los asesinos han consolidado su territorio en las montañas Nosairi. Siguen sin tener animosidad contra los francos. Su odiado enemigo es Nur el-Din, cuyo poder les mantenía en el este. Sin embargo, Nur el-Din era incapaz de suprimirlos. De hecho una noche llegó a encontrarse una daga en su almohada como aviso de que estaba llegando demasiado lejos. En 1169 el cuartel general de los Asesinos en Alamut envió un nuevo gobernador para la región de Nosairi, Rashid ed-Din Sinan de Basra. Este formidable jeque era conocido por los frany como "el viejo de la montaña", como se le había llamado también Hasan Sabbah. Rashid inició de nuevo una política de acercamiento hacia los frany para lograr una alianza contra Nur el-Din. Incluso intentó hacerles creer que deseaban convertirse al cristianismo. La embajada de los Asesinos fue masacrada por unos caballeros templarios al mando de Gualterio de Mesnil, que actuó por cuenta propia y que acabó siendo arrestado. En 1147 la osadía de los asesinos llegó hasta la mismísima tienda de Saladino en el interior de su campamento. Afortunadamente para él, los asesinos fueron descubiertos y degollados, pero estaba claro que nadie estaba seguro. El 28 de abril de 1192, en la ciudad de Tiro, era asesinado Conrado de Monferrato, futuro rey de Jerusalén, por orden de Sinan. En 1193 Sinan muere, y su sucesor intenta mantener la alianza con los francos pidiendo disculpas por la muerte de Conrado. Enrique de Champagne es invitado a visitar a los Asesinos en su fortaleza de al-Kahf, donde es testigo del desprecio por la vida de los integrantes de la secta, que se arrojan desde las murallas a petición de su maestre. Enrique abandonó la fortaleza con la solemne promesa de los asesinos de que matarían a cualquiera de sus enemigos con solo nombrarlo. En 1213 muere asesinado Raimundo, hijo mayor de Bohemundo. En 1214 le toca el turno al patriarca de Jerusalén, Alberto. Ambos asesinatos parece que estaban instigados por la orden de los Hospitalarios, a los que rendían tributo los Asesinos. Esta relación provocaría también la muerte de Adán de Bayhras, regente de Antioquía.

La caída

En 1232 un numeroso ejército mongo al mando del general Chormagan destruye ael poder Kwarismiano en Persia, la secta de los Asesinos en Alamut se ve terriblemente amenazada. Sería el principio del fin. A principios de 1256 otro ejército mongol, esta vez al mando del hermano del Gran Khan, Hulagu, ataca Alamut en represalia por el asesinato de Jagalai, el segundo hijo de Gengis Khan. Ante la seria amenaza con el enemigo a sus puertas, el maestre de los Asesinos, Ruhn ad-Din Khurshah, decide someterse a la autoridad mongola. Pero al negarse a rendir la fortaleza al gobernador de Alamut, ésta es asaltada. Los asesinos son desde entonces perseguidos y exterminados por Hulagu, que comprende que jamás podrá estabilizar la zona con una secta tan peligrosa de por medio.

Isfandiyar (uno de los grandes héroes persas), luchando contra el legendario pájaro Simurgh, llevando un atuendo típicamente mongol.


Al ocupar Alamut los mongoles encuentran una biblioteca llena de obras de filosofía y ciencias ocultas. Hulagu envió a su chambelán musulmán, Ata al-Mulk Juveni, para inspeccionarla. Juveni apartó los ejemplares de las ediciones del Corán que encontró y otros libros de valor científico e histórico. Se dice que las obras heréticas fueron quemadas. A finales de 1257 sólo quedaban algunos Asesinos refugiados en las montañas de Persia. Sólo los de Siria estaban fuera del alcance de los mongoles, pero podía preveer su suerte. En 1270 los Asesinos dan muerte a Felipe de Monfort, barón de Luis de Francia, en la ciudad de Tiro. El crimen estaba instigado por Baibars, rey de Egipto, el cual había tomado la secta bajo su protección. En 1272 sería el príncipe Eduardo de Inglaterra el objetivo, pero a pesar de ser herido por una daga envenenada no murió, aunque desistió de dirigir una nueva cruzada. A partir de ese año la secta parecía que había desaparecido casi por completo, en Persia casi no existían seguidores y en Siria había perdido casi todas sus posesiones. Los sueños de HAsan Sabbah al final no llegaron a cuajar lo suficiente.

Un final incierto

Los Asesinos reaparecieron un poco más tarde, en 1275. Incluso recuperaron la fortaleza de Alamut durante algún tiempo pero, sin un verdadero líder, los pocos miembros de la secta fueron absorbidos por otros grupos ismaelitas, que siguieron realizando sus asesinatos. Se cree que incluso durante el siglo XIV realizaban misiones a cambio de dinero. El tiempo ha pasado y alguien dijo que la historia se repite. El fanatismo y la intolerancia siguen muy arraigados en algunos culturas islámicas que parecen estancadas en el tiempo a manos del integrismo. Cuayo ya casi hemos entrado en el siglo XXI, nos damos cuenta de que palabras como feidin todavía se emplean en los mismos lugares donde, siglos atrás, Hasan Sabbah predicaba contra todos los que no abrazaban su manera de ser musulmán. Recientemente los países de la unión europea han clamado al cielo por las actividades de los terroristas islámicos que operan en el extranjero desde Irán, donde, por otro lado, se condena a muerte a todo aquel que ellos piensan que atenta contra "su" verdad. ¿Cómo llamaríamos a esos terroristas capaces de morir matando ya sea en autobuses llenos de gente inocente o en la terraza de un bar? Quizás el tiempo ha pasado pero lo que está claro es que la historia de los Asesinos no terminó en la Edad Media. Y para comprobarlo sólo hay que ver de vez en cuando las portadas de los periódicos. Ahora se les llama terroristas y no siempre son de ideología islámica.

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